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SANTÍSIMO CRISTO DE LA VIDA

            Para intentar aclarar las cosas tenemos que retrotraernos al año 1799 cuando, según el Padre Mirabent en su Memoria sobre la fundación y progresos de la Real Isla de la Higuerita,  se realizó el altar del Sagrario, colocándose en él la imagen de un Crucificado.

            También nos dice este mismo autor que frente al púlpito se encontraba “una cruz antigua, de escultura ordinaria, adornada con las insignias de la Pasión”.

            No sabemos cuál sería la advocación de dichos Crucificados, si es que tenían.

Sin embargo, cuando se empiece a construir el primer cementerio de  la actual Isla Cristina, en 1813, se pondrá bajo la protección del Santo Cristo. Las obras se demorarían tanto, debido a la escasez de recursos, que hasta 1850 no se bendice su Capilla, llamada del Santísimo Cristo de la Resurrección y la Vida. Según la documentación conservada en el Archivo Diocesano de Huelva, era “preciosa, aunque pequeñita,... adornada con un altarito, compuesto de una elegante mesa de altar con frontal jaspeado y dorado, ara consagrada,... y por todo retablo un cuadro de un crucifijo, que acaba de pintarse en esa Capital [Sevilla] al óleo, con marco dorado”. Para la bendición de dicha Capilla se organizó la primera procesión de que tenemos constancia en Isla Cristina, el 8 de agosto de 1850.

            Tenemos, igual que en el caso de la Virgen de los Dolores, una pintura como primitiva representación de la advocación del Cristo de la Vida. Podemos imaginarnos cómo era aquel cuadro por una representación de nuestro Cristo de la Vida que posee la Hermandad de Ntra. Sra. de la Bella de la vecina localidad de Lepe, obra de Antonio Villalobos, a quien se la encargó el que fuera párroco de Ntra. Sra. de los Dolores desde 1958 hasta 1987, don Manuel Martín Gil.

            Este cementerio se mantuvo en uso hasta 1885, al haberse bendecido un año antes el Cementerio de San Lorenzo.

            El Inventario Parroquial de 1927 nos informa cómo existía en la vieja parroquia situada en la plaza un “Altar del Cristo de la Vida”, describiendo a la imagen de la siguiente manera: “El Señor tiene 114 centímetros de altura, cruz rústica con casquetes de plata, sudario de tisú de oro, potencias y clavos de plata... es de talla y de algún mérito artístico”.

            Es posible que algunos de los Crucificados existentes en la parroquia isleña tomara el nombre de “Cristo de la Vida” una vez que desapareció el primitivo cementerio.

            Sin embargo, la tradición oral vincula el culto de esta imagen con la figura de don Ventura Mirabent Milá, quien en 1922 dice en una entrevista que su familia se encarga de la misma desde hace 65 ó 70 años, saliendo desde entonces en procesión. No obstante, dicha tradición recoge que la imagen vino desde Cataluña a Isla Cristina. Lo que sí es cierto es que en 1936 le entregaron la cabeza del primitivo Cristo a don Miguel Mirabent Pérez, familiar de don Ventura, quien la conservó hasta que se le adaptó al cuerpo que posee hoy en día, anteriormente articulado.


NTRA. SRA. DE LOS DOLORES

         La devoción isleña por la Virgen de los Dolores nace desde lo más profundo de su ser como comunidad, como pueblo.

En 1757, sólo dos años después del nacimiento del pueblo, los primeros isleños deciden levantar una capilla en un lateral de la incipiente plaza que se estaba formando en la población. En ella, “colocaron una mesa de Altar, y en su frontil una imagen de N. S. de los Dolores pintada sobre madera”, que aún se conservaba hacia el año 1824, cuando el Padre Mirabent empieza a escribir su Memoria sobre la fundación y progresos de la Real Isla de la Higuerita. De hecho, sólo un año antes dicho cuadro había sido restaurado y colocado en un nuevo marco sobre el arco de acceso al presbiterio de la parroquia.

En 1776 comienzan las obras de la iglesia que presidiría la plaza y la vida de Isla Cristina hasta su destrucción en 1936. En esos primeros años, su altar era presidido por el viejo cuadro de la Virgen de los Dolores.

Sin embargo, en 1787, por encargo de don José Pérez Murillo, se realizó la primera imagen de la Virgen de los Dolores, de las que desconocemos quién fue su autor y cómo era, aunque según el Padre Mirabent en su citada obra dice que era de escaso mérito artístico e, incluso, “de muy mal gusto y escultura”.

No obstante, este icono de la Virgen de los Dolores sería el receptor de las plegarias de los isleños y depositario de sus ofrendas. Así, en 1794 recibe una magnífica corona, recientemente restaurada, con la siguiente inscripción: “Esta corona la donó Juan  y su esposa Dª Teresa Rodríguez para que le sirva a la Virgen de la Higuerita en las fiestas del año y la tenga. Año 1794”. Curiosamente, la caligrafía inicial tiene un añadido. Tras la palabra “Virgen” está grabado encima “de los Dolores”, quizás este añadido sea de una época posterior, cuando ya había más de una imagen mariana en Isla Cristina (la Virgen del Rosario data de 1789). Las lagunas en el texto son debidas a una soldadura posterior.

Dicha Virgen de los Dolores sería proclamada por el pueblo isleño, reunido a las puertas del ayuntamiento, como Patrona el 6 de febrero de 1805, nombramiento que vendría a ser ratificado por el Sumo Pontífice en 1819 con la concesión de dos bulas de patronazgo que hasta el día de hoy no han sido revocadas, por lo que legalmente, la Virgen de los Dolores sigue siendo la Patrona de Isla Cristina desde hace 189 años.

Es por eso que él mismo, siendo ya párroco de la Real Isla de la Higuerita, encarga en 1814 una nueva talla al renombrado escultor establecido en Sevilla, Juan de Astorga.

La magnífica talla de Astorga, de la que contamos con un buen número de fotografías, fue destruida en julio de 1936 y sólo se conserva parte de su rostro, recientemente donado a la Hermandad.

Pese a la alta calidad de la imagen, conocemos que sufrió una profunda restauración en 1879 que afectaron a los ojos  (uno de ellos se le había caído) y a las manos, que se encontraban en mal estado. No sabemos qué escultor realizaría dichos trabajos. La restauración fue costeada íntegramente por don José Roselló Mirabent.

En 1891 la imagen de la Virgen de los Dolores recibe, por disposición testamentaria de doña Teresa Milá Bermúdez, “una sortija de oro con brillantes que perteneció a mi hermano Don Francisco Milá, Presbítero, y que la testadora conserva, continúe en poder de su familia para el uso exclusivo de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores que como Patrona de esta Isla se venera en su Parroquia, colocándosela en las festividades que en honor de la misma se celebren; fallecida la otorgante quedará en poder de su sobrino Don Félix Milá y Arburcias, por muerte de éste pasará a su otro sobrino Don Pacífico y a los respectivos hijos de los mismos sucesivamente, hasta que extinguidos se entregue al Mayordomo que sea de dicha imagen, pero con la condición de que sólo en el adorno de la misma pueda usarse” y seis candelabros de palta Roul que tengo de mi propiedad sean tres para mi citado sobrino Don Félix y los otros tres para mi también dicho sobrino Don Pacífico, con el cargo de que tanto el uno como el otro han de prestarlos para las funciones que se celebren a la antes nombrada Virgen de los Dolores, Patrona”.

Por noticias recogidas en la prensa local, sabemos que ya en 1921 la Virgen lucía para su salida procesional del Viernes Santo “rica saya bordada en oro y manto tachonado de estrellas”.

En 1922 se encuentra una curiosa referencia en el periódico local ARGOS, que afirma que la Virgen de los Dolores salía bajo palio desde hacía muchos años “sin que pueda precisarse desde cuándo por ser detalle que no recogen las Memorias del Padre Mirabent”. Esto nos hace pensar en la antigüedad de esta costumbre, que aunque no nombrada por el Padre Mirabent, sería muy antigua como para que nadie en 72 años, los que median entre la finalización de las Memorias (1850) y la fecha de la crónica (1922) se acordase de lo contrario.

El escultor de Higuera de la Sierra, Sebastián Santos Rojas, fue el encargado de realizar en Sevilla la actual imagen de la Virgen de los Dolores, llegada a nuestra ciudad en 1940, presidiendo de nuevo su templo, primero en la sede provisional de la calle Catalanes y, luego, en el actual de la Gran Vía de Román Pérez, obra de los arquitectos Alberto Delgado Roig y Antonio Balbontín de Orta.
La actual advocación del Santísimo Cristo de la Vida es mucho más difícil a la hora de estudiar su recorrido histórico y devocional que la de la Virgen de los Dolores.

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  26/03/2012  
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